viernes, 27 de marzo de 2009




Peregrinar es responder a la invitación que Dios hace a Abraham cuando le dice en el libro del Génesis: "Sal de tu tierra". Peregrinar es caminar escuchando de nuevo las palabras de Yahvé a Moisés en el libro del Éxodo: "el lugar que pisas es tierra sagrada".
Peregrinar es una tradición saludable y antigua. Desde los primeros siglos, los cristianos han buscado caminar poniendo sus pasos sobre las huellas de Jesús. Peregrinar es parecerse a Cristo mientras cruza las calles de Jerusalén.
Desde hace muchos siglos, en muchas religiones, tanto de Oriente como de Occidente, hombres y mujeres, dirigiéndose a Jerusalén o a la Meca, a Lourdes o a Fátima, a México o a Higüey, salieron de sus casas, abandonaron su terruño, empezaron a caminar. Se hicieron peregrinos, y encontraron allí una verdad y una identidad que les marcó la vida.
Llama la atención que las peregrinaciones han sido siempre momentos de búsqueda de una identidad cristiana. Poco a poco las peregrinaciones se fueron convirtiendo también, para gente que se siente marginada, en una posibilidad de expresar una fe que se busca, que se pide, que se espera.

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