miércoles, 16 de septiembre de 2009

CAMPAMENTO MISION


CAMPAMENTO MISIONLAS PLACETAS, SAN JOSE DE LAS MATAS



El lunes 3 de agosto del presente año, un grupo de jóvenes universitarios de la UASD, acompañados por el P. Darío Taveras, partimos hacia el Municipio de Las Placetas, San José de Las Matas, a cumplir con una de las actividades de la Pastoral Universitaria: “Campamento Misión”.

Después del medio día, y luego de más de 4 horas de camino, el primer grupo de universitarios (William, Camilo, Juan José, Maggiolo, Fanuel y Porfirio) llegamos al lejano lugar y fuimos calurosamente recibidos por dirigentes comunitarios y jóvenes de la comunidad. Al caer la tarde, un segundo grupo de universitarios (Ivelisse, Vladimir, Daniel, Jonás, Joselyn, Mateo, Ramón y Jairo) se nos unió, para completar un total de 15 personas (14 universitarios y un Sacerdote), quienes, asombrados por la belleza y el clima del lugar, estaríamos durante una semana completa compartiendo, con la comunidad y desarrollando actividades diversas que involucrarían y beneficiarían a niños, jóvenes, adultos y ancianos.


Llegamos allí con una pequeña caja de medicinas, 2 sacos vacíos, una Biblia, algunas computadoras, una soga, 2 máquinas para recortar el pelo y unas pocas herramientas de construcción, mantenimiento y reparación.

Nuestro trabajo era preciso, cada uno sabía cuál era su rol específico.
Teníamos una semana para visitar enfermos, dar clases de computadora, desarrollar tardes de recreación, ayudar a la reparación y mantenimiento de viviendas, barbería, charlas educativas, animación litúrgica, plomería y electricidad.

Aquel primer día lo empleamos en la organización del grupo, ponernos de acuerdo con relación al programa de actividades, la comida, las reuniones para evaluación, y distribuirnos entre las familias de la comunidad que se ofrecieron a hospedarnos en las noches. Allí desayunábamos.

Los próximos 4 días se desarrollaron activamente de la siguiente manera: a las 8:00 a.m. nos encontrábamos en la Casa Curial, rezábamos los Salmos de Laudes y encomendábamos el día al Señor. A las 9:00 a.m. nos dispersábamos en la comunidad, cada uno a su labor. A las 12:00 m nos re-encontrábamos para almorzar juntos y descansar un rato. A las 2:00 p.m. volvíamos a nuestra labor hasta las 5:00 p.m. A las 6:00 p.m. nos reuníamos nueva vez para evaluar el día, cenar juntos, compartir experiencias, dar sugerencias para el día siguiente, y finalmente terminábamos rezando los Salmos de las Completas. Algunas noches nos reuníamos en la Iglesia y acompañábamos a la comunidad en la Eucaristía; así como con los jóvenes en el Salón Parroquial, con quienes nos encontrábamos frecuentemente durante las noches para compartir algunas horas de animación.

El sábado fue un poco menos ajetreado, pues habíamos agotado más del 80% del itinerario previsto, y nos quedaba ya poco por terminar. El día lo pasamos con poco trabajo, en compañía de jóvenes que estuvieron con nosotros desde el primer día.
Habíamos visitado y tratado a 45 enfermos, en clase tuvimos unos 60 muchachos, logramos hacer reparaciones en un par de casas de gente necesitada, hacer algunas reparaciones eléctricas y de plomería, los barberos atendieron a casi 100 personas, sobretodo niños, pudimos tratar algunos temas con padres de familia y con adolescentes.






El domingo fue el día de descanso. En la mañana participamos de la Misa junto con la comunidad y luego fuimos a pasar el resto del día en el río Bao.


En la noche, la comunidad se reunió en al salón de la comunidad y prepararon para nosotros una agradable sorpresa para despedirnos. La ocasión se prestó para escuchar lo agradecidos que estaban con nosotros y la esperanza de que el próximo año volviéramos a estar con ellos.

El lunes en la mañana fue el día triste: la despedida. Nos apresuramos en preparar las camionetas para volver a casa. Muchos fueron a decirnos adiós, a agradecernos una vez más, a comprometernos en volver a visitarles un día cualquiera, y permanecieron con nosotros hasta que, agitando las manos, nos perdimos en la distancia.

Es inolvidable lo vivido, es bueno saber que todavía existen lugares tan naturales y personas tan dadas, comprometidas, desinteresadas, cariñosas, que aún guardan las costumbres de muchos años atrás y que tanto nos edifican y reconfortan.

Regresamos a casa con mucho a favor. Entre otras cosas, trajimos con nosotros una colección de rostros agradecidos, muchas palabras de aliento a seguir con este tipo de actividades para beneficio de muchos, conocimos un sitio nuevo, hay más unión entre nosotros mismos, cargamos con el orgullo de que estuvimos en un lugar así, fresco, limpio, lleno de gente maravillosa, grandes de corazón, que nos hicieron sentir la satisfacción del deber cumplido, en nombre de la Pastoral Universitaria de nuestra Universidad Autónoma de Santo Domingo y la experiencia de recibir más de lo que dimos.


William Castillo

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